Con cerca de 33 millones de vehículos circulando en una superficie que representa la tercera parte de Colombia, el país ibérico reportó en 2016 apenas una sexta parte de muertes por accidentes de tránsito de nuestras más de 7.200 que informó la Agencia Nacional de Seguridad Vial.

Han pasado muchos años desde el máximo histórico de fallecidos en accidentes de tráfico en España de 1989, año de gran auge del parque de vehículos en ese país, y en el que 9.344 personas perdieron su vida por esta causa.

En 2012, tanto en ciudad como en carretera, y contabilizando fallecidos a los 30 días, perdieron la vida 1.903 personas. El año 2013 registró la cifra más baja de muertos en siniestros viales en carretera, 1.128. La tendencia del año 2014 indicó que ese año se volvería a reducir ligeramente la cifra. En estos casi 25 años (a 2015) se ha reducido el número de muertos a menos de la cuarta parte, y eso a pesar de que hay algo más del doble de vehículos (unos 31 millones).

Es un gran progreso del que España y sus entes gubernamentales y de control se sienten orgullosos, pero no por ello dejarán de seguir esforzándose en reducir la siniestralidad todavía más.

Dentro de las diferentes estrategias que se han implementado a lo largo de este período se mencionan campañas de tráfico en televisión, mejora de la infraestructura, mejora de la seguridad de los vehículos y mano dura para cumplir las normas.

Dureza de las campañas de tráfico en televisión

Muchas cosas han pasado en estos casi 25 años que han permitido tal logro. Es difícil determinar cuál ha sido más importante. Hay una que tal vez recuerden muchas personas: las campañas de concientización que realizó la Dirección General de Tránsito (DGT) para televisión, con anuncios muy duros y directos que mostraban los accidentes de tráfico sin censura. Se decía que la gente moría en las carreteras, se quedaba en una silla de ruedas o se destrozaban familias.

Había imágenes sobrecogedoras. Esas campañas perseguían la finalidad de tantas otras: la educación vial de los conductores, aunque fuera en este caso por las malas. Muchas personas al ver aquellos spots se pararon a pensar que conducir un auto no es un juego, que correr tiene su peligro y que beber era una insensatez.

El mensaje final fue:
“Las imprudencias 
se pagan”.

Mejora de la infraestructura

El conductor español de hace 25 años era aquel sufridor de las carreteras nacionales. Esas carreteras de una sola calzada y un único carril por sentido, que sufrían atascos kilométricos en los puentes y vacaciones. Eran esas carreteras plagadas de puntos conflictivos, con cientos de cruces y pueblos que atravesar.

Pero todo fue mejorando. España empezó a ampliar como nunca su red de autopistas y sobre todo autovías, mucho más seguras y con mayor capacidad de tránsito que las nacionales. Viajar se hizo más cómodo y rápido, eso fue lo primero que notamos, pero sin darnos cuenta también mejoraba muchísimo la seguridad vial.

Ya no existían cruces peligrosos, ni tampoco había que atravesar poblaciones. No había que arriesgarse en adelantamientos ni en las salidas de la vía y los accidentes se redujeron. Se mejoró la señalización, y se empezaron a utilizar asfaltos drenantes.

Ibéricas

La cifra de fallecidos representa el mínimo histórico desde 1960, primer año en el que se tienen estadísticas, cuando hubo 1.300 muertos, con un escenario de movilidad absolutamente distinto (en 1960 había un millón de vehículos y en 2015 el parque automovilístico sobrepasó los 31 millones).

España se sitúa hoy entre los diez países con menores índices de accidentes fatales en el mundo y es el quinto en Europa, sólo por detrás de Suecia, Reino Unido, Holanda y Dinamarca, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Mejora de la seguridad de los vehículos

Hacía años que se realizaban crash tests; sin embargo, la ciudadanía apenas había oído hablar de ellos, pues apenas trascendían. En los años 90 empezaron a realizarse por un organismo independiente que además decidió hacer públicos los resultados (Euro NCAP).

De pronto los españoles se dieron cuenta de que no todos los autos eran igual de resistentes, ni protegían a los ocupantes de la misma manera. Ver las fotografías y vídeos de los coches siniestrados, y el nivel de destrozo que se producía, seguro que también empujó a más de uno a ser más consciente.

Algunos modelos de vehículos obtuvieron resultados a todas luces inaceptables. Los conductores empezaron a dar más importancia a la seguridad del auto, y a considerar también este factor dentro de la compra de uno nuevo. Las marcas que tenían modelos con mejores resultados empezaron a utilizarlo como argumento de venta y publicidad, y poco a poco se extendió en toda la industria. La natural competencia entre fabricantes significó al final una mejora en la seguridad de todos los vehículos.

Fue la época en la que se extienden los airbags, y sistemas como el ABS dejan de ser algo exclusivo de los autos más caros. Aparece el control de estabilidad ESP. Los automóviles se hicieron más resistentes, el habitáculo se hizo indeformable, mientras que la parte frontal se deformaba de manera controlada para absorber la energía del impacto. Los vehículos, sin duda, han mejorado mucho.

Más mano dura para cumplir las normas

Si las campañas de concientización y educación no eran suficientes, y aunque sea a veces un poco doloroso reconocerlo, que la DGT controlara con mano dura el cumplimiento de las normas también es responsable en parte de la reducción. Es el tiempo de recordar que a bordo del vehículo siempre hay que abrocharse el cinturón de seguridad, en todas las sillas, y en todo tipo de vías, y que hay que ponerse el casco en la moto.

Y también creció el número de radares de control de velocidad, fijos, o móviles, la presencia de la guarda civil de tráfico por las carreteras, y de los controles de alcoholemia. Las multas cada vez más caras y la licencia de conducción por puntos ayudaron a respetar más las normas.

Son muchos los factores que ayudan a reducir la siniestralidad vial. Sin duda el más importante es el propio conductor: debe ser responsable y conducir con prudencia y atención, en plenas facultades. La educación vial, que puede ejercerse de diferentes maneras, desde niños, pero también cuando somos mayores.

La mejora de la infraestructura, y su correcto mantenimiento, conservación y señalización, son sin duda también vitales para garantizar la máxima seguridad y menos riesgos. Las carreteras secundarias siguen siendo una tarea pendiente porque la mayor parte de los muertos se producen allí. Aplicar medidas que protejan a conductores más vulnerables como los motociclistas, también ayudaría.

Sigue habiendo muertos, sigue habiendo conductores menos responsables y sigue habiendo puntos negros en las carreteras. La tecnología también evoluciona y nos trae nuevos sistemas electrónicos que pueden ayudar a tener vehículos más seguros. Seguir reduciendo el número de personas que mueren en un accidente de tráfico es posible.

Referencias de consulta

http://www.dgt.es/es/prensa/notas-de-prensa/2016/20160104-nuevo-minimo-historico-numero-victimas-mortales-accidente-desde-1960.shtml

[2] Instituto nacional de Medicina Legal http://www.circulaseguro.com/casi-25-anos-de-reduccion-de-muertos-en-accidentes-de-trafico/

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